Cuando las personas hablamos damos rodeos, disimulamos mucho, nos andamos por las ramas, titubeamos y adoptamos variadas formas de vaguedad y segundo sentido. Todos lo hacemos y esperamos que los otros también lo hagan, pero al mismo tiempo admitimos que añoramos hablar sin rodeos, que la gente vaya al grano y diga lo que quiera.
Tal hipocresía es un universal humano. Hasta en las sociedades más francas, las personas no se limitan a expresar lo que quieren decir sino que ocultan sus intenciones con diversas formas de cortesía, evasión y eufemismo. En una reunión con el objetivo de recaudar fondos, se espera que haya un cartel que diga: «Contamos contigo para sacar adelante el comedor infantil» y no, «Pon dinero».





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