El término parábola tiene dos significados claramente diferenciados: por un lado, se refiere a la narración de una historia de ficción, de la que se deduce una enseñanza moral y, por otro, designa el lugar geométrico de los puntos del plano equidistantes de una recta y de un punto fijo, que resulta de cortar un cono circular recto por un plano paralelo a una generatriz (se pueden imaginar que esto lo transcribo literal no vaya a ser que ofenda a algún matemático).
Este vocablo tiene el mismo origen que palabra, que inicialmente nos llegó como parabla. Tanto parábola como palabra provienen del latín parábola (comparación, símil), que a su vez se deriva del griego parabolé (comparación, alegoría). El sustantivo griego se formó a partir del verbo parabállein que significaba ‘poner al lado, comparar’; una idea que históricamente está presente tanto en palabra como en parábola. A su vez, parabállein proviene de para (al lado) y bállein (arrojar).
Parábola y palabra, hijas de la misma madre, evolucionaron de forma paralela; ‘palabra’ fue paravla y parávoa, además de la forma mencionada al comienzo, y, en los poemas de Berceo, todavía aparece con el sentido de ‘comparación’. Fue más tarde cuando significó ‘frase’ y luego ‘vocablo’.
Pero parábola fue un término muy importante en la Edad Media debido al uso frecuente de narraciones en forma de metáforas en el Evangelio.
Imagen: Secret, de Gregory Radionov





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