«Es diciembre del año 2010. En uno de los salones de la Feria del Libro de Guadalajara, México, centenares de personas escuchan a un hombre de rostro impasible, que, sentado en el estrado, lee una conferencia sobre su relación con el idioma español. La conferencia se llama «Las Palabras», y el hombre, que tiene una leve y encantadora dificultad para pronunciar las erres, se ve obligado a detener la lectura cada pocas líneas porque la gente aplaude y ríe con escándalo. «De pequeño», lee el hombre, «no comprendía por qué mis hermanas, siendo chicas, comían garbanzos, en lugar de garbanzas, o por qué a los chicos nos daban remolacha en vez de remolacho. Construí un mundo imaginario en el que había aspirinos y aspirinas, las primeras para los hombres y las segundas para las mujeres. Y sillos y sillas, pues si le daban tanta importancia a la división sexual, lo lógico es que hubiera también asientos machos y hembras.» El hombre dice -lee- que está desarrollando un diccionario enciclopédico en el que da cuenta de su relación con las palabras y en el que relata la historia de cada una dentro de su cabeza (…) La gente ríe y aplaude y el hombre, autor de un corpus invencible de treinta y un libros, mentado como uno de los mejores prosistas españoles, detiene la lectura y la retoma, como cada vez, con un gesto histriónico perfecto: imperturbable.»
Leila Guerriero: Plano americano
Imagen: Sin título, de Elena Gual





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