Al día siguiente de tu visita encuentro tu rastro desperdigado por la casa: el palillo con el que pretendía que comieras rodajas de plátano aparece tirado en la alfombra, esa nuez que pusiste en la boca chiquitita del jarrón de la sala, los coches que tanto te gustan siempre aparecen debajo del sofá o en el balcón, el dinosaurio que se ha quedado en on y a veces me asusta porque ruge cuando estoy sola.
Me gustan todos los rastros que dejas porque es como si todavía estuvieras, porque te imagino casi dejando adrede tus miguitas para que al día siguiente o al otro o al otro vaya yo y las vea, me sonría y te recuerde.
Vas dejando cosas por aquí y por allá y ahora está también la caja en la que guardamos tus coches y el contenedor en el que está Buzz Lightyear y su coche y también están Buddy y su caballo y no sé cuánto libros que te gusta que te contemos. Y poco a poco tu presencia se queda en esta casa y está bien que así sea para que cuando llegues sepas que también es tu casa.
Imagen: Little Girl in a Blue Armchair, de Mary Cassatt





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