«También en el club las cosas se complicaron. En el verano del mismo año, Croacia ingresó en la Unión Europea y ya era más fácil viajar a Alemania; pronto llegaría la libre circulación de personas. Con la llegada de nuevos croatas aumentaron los conflictos en el club y pronto se produjeron auténticas divisiones en la comunidad que conformaba el FC Croatia Vorderpfalz.
¿Quiénes somos nosotros? ¿Quiénes somos en Alemania? ¿Quiénes queremos ser? Con los recién llegados, estas preguntas se planteaban cada vez con más frecuencia. Era como si los hijos de los trabajadores extranjeros vieran a sus propios padres llegados aquí hacía décadas como unos ingenuos totales, unos buenazos con ganas de aventura.
En el club se formaron pronto diferentes bandos, que de puertas para adentro yo describía como «los alemanes», «los croatas» y «los nazis».
«Los alemanes» eran los hijos de los trabajadores extranjeros y sus hijos. La mayoría de sus apellidos aún acababan en «ić», aunque sus nombres de pila se habían adaptado y no incluían jotas ni caracteres especiales. Los niños ya no se llamaban Ruźica, Mirjana, Josip y Boźena, sino David, Petra, Marko y Mia, y entre ellos hablaban exclusivamente en alemán, nada de mezclar lenguas. Los padres jóvenes querían que sus hijos lo tuvieran más fácil, primero a la hora de escolarizarse, y más tarde, a la hora de buscar vivienda. Querían evitar a sus hijos el problema de ser extranjeros; habían vivido demasiado a menudo su propia identidad como una mancha y habían luchado contra esa mancha a lo largo de su juventud. Habían sufrido demasiadas humillaciones, habían tenido que sortear demasiados obstáculos, así que ahora se preocupaban por el hecho de que los otros dos grupos calificaran su recién y tierna imagen de «buenos extranjeros» o incluso «alemanes croatas» como una señal de inexperiencia o petulancia (…)
«Los croatas» acababan de llegar a Alemania y querían continuar con la vida que habían interrumpido en su país, en la que en todos lados se podía fumar y beber aguardiente y donde en algunas zonas soltar los tacos más fuertes era como dar los buenos días (…) Los nuevos aún no sabían que en Alemania solo los alemanes podían gritar o actuar sin escrúpulos, y que con ese comportamiento no se hacían ningún favor ni a sí mismos ni a aquellos cuyo apellido terminaba en «ić».»
Martin Kordić: Mis años con Martha
Imagen: Joven leyendo, de Mary Cassatt





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