A tu tío le condenaron a muerte nada más terminar la Guerra, seguro que ya nos has oído alguna vez contar que estaba en la cárcel de Ondarreta… Ay, hija, qué disgusto tan grande, yo con tus cinco primos, que no sabía ni cómo arreglármelas y tu tío así, nunca nos dijeron por qué, por ser rojo, me imagino, con eso ya bastaba.

¿Cuántas penas caben en una vida, hija? Que tu tío y yo nos casamos así, sin más, quién se iba a imaginar… que te crees que la vida es una cosa maravillosa y luego va cogiendo un color oscuro así como el de un atardecer lluvioso. Y no te creas que me pasaba las tardes llorando porque ni tiempo tenía de tener pena, que tenía a los críos alrededor siempre pidiendo algo. Es ahora cuando pienso y cómo pude yo con tanto, cómo salí adelante.

Tu tío tenía un amigo que era hijo de militares y fue él el que pidió y sobornó y así consiguió que no lo mataran. Y cada día que estaba vivo era un día que habíamos ganado y así, al final, se olvidaron de él y salió de la cárcel y yo pensé pues mira, Dios aprieta pero no ahoga, nos quedarán todavía días buenos por vivir. ¿Te acuerdas cuando venías a merendar con tus dos trenzas? Tu padre le contaba a tu tío algún chiste de Franco y era lo que más le gustaba, cómo se reía, qué carcajadas y yo le decía, Eugenio, a ver si te van a oír los vecinos, porque el miedo no se te va del cuerpo ¿sabes? Pero él se echaba unas carcajadas… aunque ya se supiera el chiste… igual se reía.

¿Cuántas penas caben en una vida, hija? Caben muchas ¿sabes? Llegan sin aviso y se atragantan como si fueran piedras y como piedras en el estómago pesan y desea uno que pase el tiempo, aunque nos acerque a la muerte, para que las piedras se vayan digiriendo y ya no pesen y volvamos a vivir ligeros, como cuando éramos niños. 

Imagen: Adán y Eva, de Rosario de Velasco

Deja un comentario

Tendencias