”Hace años, en un momento de desesperación, di clases de redacción en el carísimo Berkshire College, en Massachusetts, mientras intentaba gestionar simultáneamente: 1) que mi hijo Ralph Bascombe muriera de la enfermedad de Reye a los nueve años, y 2) que mi mujer se divorciara de mí porque no podía gestionar bien lo anterior. Solía desafiar a mis clases de pequeños Aristóteles sonrientes con acertijos. (No sabía nada que pudiera enseñarles, salvo cómo ser yo.). “¿Qué significa significar?”, les preguntaba con la boca apretada. “¿Qué creéis que estáis diciendo cuando decís que entendéis algo?”. “¿Qué hacéis realmente cuando le veis sentido a algo?”. Los había oído eructar estas mismas expresiones mientras paseaba junto a ellos por el campus todos los días: “¿Qué significa la ballena blanca?”; “ No entiendo a mi compañera de piso. Es de Utah”; “No le veo sentido a una palabra que dice fulanito, el viejo profesor…”. A mí, como su profesor, saber qué significaban realmente las palabras que utilizaban no me parecía pedir demasiado. De hecho, todas esas palabras eran pertinentes para mi vida en aquel momento. ¿Cómo entendía que mi primogénito hubiera muerto? ¿Tenía sentido que una persona a la que quería me echara de su vida? Tales palabras, me parecía, deberían ser piedras angulares de cualquier educación de primer nivel.
Mis alumnos, por supuesto, no mostraban ningún interés y se quedaban sentados en sus pupitres mirándome fijamente. Querían que acabara la clase para volver al patio del colegio y reanudar sus conversaciones sobre sexo y deportes.”
Richard Ford: Sé mía.
Imagen: Stephen Frears, de Catherine Goodman





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