Me pregunta por la muerte el día en el que cumple doce años. Pregunta qué pasa después, qué creo yo que nos pasa. Dice que cómo es posible que de repente todo lo que somos se convierta en nada, no dice aniquilación porque es demasiado pequeño, pero ese es el concepto que baila en su cabeza. Que si yo creo que hay algo después, que si nos convertimos en otra cosa, otra persona, un animal o un árbol. Se ve que ha oído diversas opiniones (más bien, creencias), quizás ha leído, quizás alguna película. Cuando yo era pequeña, más pequeña que él, se barajó la posibilidad de que tuviera leucemia y, mientras a mi alrededor se extendía un ambiente de tragedia, a mí no me parecía mal morirme, creo que hasta me parecía romántico.

Pero él va más allá, quiere saber. No sabe que los mayores tampoco sabemos, al menos los que no profesamos religión alguna. Yo solo podría decirle que también me asedia la idea de «entonces, ¿esto es todo?, ¿ya está?», que a veces me atormenta el miedo de no saber y otras el desamparo de no tener a quién preguntar.

Imagen: Prime Time, de Peter Monkman

Deja un comentario

Tendencias