Hace ya seis meses que corto el bacalao en esta cocina, bueno que corto el bacalao y que le doy la vuelta a la tortilla y que yo me lo guiso, yo me lo como porque me quedo solo una y otra vez. Al Kevin le mandé a freír espárragos porque es que ni comía ni dejaba comer, y mira que el trabajo aquí es pan comido, que tampoco estamos en la Nasa, pero es que le faltaba un hervor, qué tío tan aplatanado.
Para trabajar en la cocina hay que tener huevos, quiero decir, hay que tener energía y valor y no todo el mundo vale. Antes del Kevin estuvo Rosario que ponía toda la carne en el asador pero a esta la pillé con las manos en la masa con su novio y hala echando leches, tira para tu casa y que te den morcilla que no estoy yo para andar aquí detrás de nadie.
Mi madre, que Dios la tenga en su gloria, me enseñó a cocinar y me enseñó a hablar. Ella decía que cuantas menos palabras mejor y que si te puedes explicar con frases que han dicho otros que sabían más que tú, pues que así no te equivocabas. Y mi madre, Dios la tenga en su gloria, era más lista que el hambre.
Imagen: The Blue Room, de Suzanne Valadon





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