Hoy resulta evidente que el español triunfó como idioma en Hispanoamérica, pero este proceso no fue ni seguro ni rápido. De hecho, tres siglos después de la colonización, el castellano sólo era hablado por unos tres millones de personas, siendo la población total de unos quince millones.
El retraso se debió a varios factores: la inmensidad del territorio, la dispersión, el hecho de que los misioneros decidieran expandir su doctrina en las lenguas indígenas y el escaso interés de la monarquía por imponer la lengua. De esta manera, el español era el idioma de unos pocos pero esos pocos constituían las élites, la clase pudiente. El español era la lengua de la administración, la lengua que llevaba el progreso, la lengua que unía al continente.
El proceso de extinción de las lenguas indias fue lento pero inexorable en la mayoría de los casos. En algunos países fue apoyado por la violencia y en otros fue suficiente una falta de apoyo a las lengua indígenas para que, poco a poco, la lengua vehicular del continente fuera el español y hoy podamos compartir la lengua con países como Argentina, Venezuela o Costa Rica. Grandísima suerte la nuestra.
Fuente: Hablamos la misma lengua, de Santiago Muñoz Machado
Imagen: Express Train, de Eustace Mamba





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