«Dio la casualidad que, con la intención de calcular las tiradas de dados y la distribución de las cartas, Cardano también escribió una descripción de lo que muchos han entendido como una primera forma de póquer: el primero. No se jugaba con una baraja completa y las reglas para apostar eran muy enrevesadas, pero la esencia era parecida a la de los juegos que tenemos ahora: algunas cartas ocultas, algunas compartidas y una compleja interpelación entre la suposición de la mano que puedes llegar a tener y la interpretación de las señales de tus compañeros de juego. El juego recorrió Europa, y su nombre fue variando: primiera, la prime y, finalmente, pochen, un término alemán derivado del verbo «engañar». El francés convirtió pochen en poqué; de ahí no tardó en derivar en una nueva forma.

Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento cruzó el océano, pero al parecer arraigó, como tantos pasatiempos nacionales, en el húmedo calor de un aburrido verano. Era 1803 y algunos caballeros franceses en Luisiana mataban el tiempo en un barco de vapor que navegaba lentamente hacia Nueva Orleans. Empezaron a jugar al poqué, que no iba a tardar en saltar del barco para extenderse poco a poco por todo el país, convirtiéndose finalmente en el póquer. Y cierta visión de la teoría de las probabilidades viajó al mismo ritmo que el juego».

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