«Tras romper el silencio, el hombre se comunicó al principio a través de sonidos indivisibles, como «aaah» o «uuuh». Luego se crearon las primeras palabras y, con el transcurrir del tiempo, la lengua se fue haciendo cada vez más elaborada. Para cuando alcanzó el máximo grado de sistematización, había adquirido unas reglas extremadamente minuciosas y complicadas. Por esa razón resulta tan difícil aprender una lengua arcaica como el griego. (…)

Una vez que alcanza su cota máxima, la lengua cambia hacia formas más sencillas, descendiendo en una curva suave y gradual. En cierto modo se trata de un deterioro, de su decadencia, pero, desde otro punto de vista, supone un avance. Las lenguas europeas de hoy en día son el resultado de un largo proceso de evolución que las hizo menos estrictas, menos elaboradas y menos complicadas. Es por eso por lo que, cuando leemos a Platón, saboreamos la belleza de una lengua arcaica que alcanzó su cenit hace miles de años. (…)

Dicho de otra manera, el griego que manejaba Platón era como una fruta madura y plena a punto de caer del árbol. A lo largo de las generaciones siguientes, el griego clásico declinó rápidamente; y, junto con la lengua, decayeron también los estados griegos. En este sentido, se puede decir que Platón contempló el ocaso no solo de su lengua, sino también de todo cuanto le rodeaba.»

Han Kang: La clase de griego

Imagen: Sakura, de Erin Hanson

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