Me toca el turno en la pescadería. ¿El siguiente? Yo. Dime ¿qué te pongo? Pues, un par de txitxarros. ¿Para el horno? Sí, eso es. Qué calor, me dice resoplando, estoy que no puedo, y mira que hoy no hace calor en la calle, que se está muy bien, pero hace humedad y el calor se ha metido en las casas y aquí estoy rodeada de agua y de hielo, pero es igual. Se me ha juntado todo, el verano y la menopausia y es que no puedo, cuando me da el sofocón, hasta me parece que me mareo. Y saco el abanico, no te creas, que me dice una amiga que no saque el abanico, que me echa años, pero mira, a mí ya me da igual. Fíjate que hasta tengo un abanico que me regaló otra amiga que pone «Putos sofocos», que el otro día lo saqué en el ambulatorio y se empezaron a reír y a decirme a ver dónde lo había comprado. ¿No quieres unas cocotxas? No sabes lo que le gustan a mi hija, nueve años el angelito. El otro día me decía, yo, para mi cumpleaños, quiero comer gambas, mejillones, esos que tienen pinzas, cocotxas y carrilleras. Pues anda que no tiene morro fino la txiki, y claro, es que estando yo aquí en la pescadería… aunque también te digo que hay muchos niños que no comen pescado y es una pena. A mi marido le priva la barbacoa y os voy a decir una cosa -a estas alturas ya había otra clienta esperando- yo creo que los tíos tienen algo atávico con las barbacoas, porque es que no les da pereza ponerse ahí en verano con el fuego, el humo, qué va, tan felices ellos. Nos fuimos de camping y lo primero que me dijo, tú compra carne, hamburguesas, chorizo, salchichas… que con eso ya está. ¿Algo más te pongo? 

Imagen: Branch Study No 25, de Elizabeth Becker

2 respuestas a “La gente me habla. La pescatera”

  1. Yo también quiero un abanico.

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  2. Voy a investigar el mercado a ver si encuentro un par de esos de «Putos sofocos».

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